“Las verdaderas historias de amor son las más fugaces.” Y tenía toda la razón. Aquella anciana de labios hundidos y cabellos quebrados, que tanto tiempo había estado dedicada a la soledad, era a mi juicio, una de las personas más sabias de aquel elegante barco tan hipócrita.
“Jamás pensé que eso fuera cierto, siempre esperé más. Pero mírame, aquí estoy, engalanada con los mejores trapos que verás en mucho tiempo, brillante y estupenda como la decoración de este salón, y acompañada, únicamente, por esta frágil sonrisa que envuelve los pedazos que llevo dentro y oculta un interior destrozado y roto por la vanidad de una esperanza.
Sólo hoy, al ver tus ojos perdidos y tu mirada tránsfuga, me he dado cuenta que cuanto busqué, lo hallé. Esperamos una larga historia, pero nunca nadie dijo que los cuentos fuesen eternos, pequeña. Puedes sentirlo todo en un minuto, y al siguiente perder cuanto lograste. Esa es la magia del amor…supongo.”
Y sus ojos se cerraron al compás que floreció la sonrisa más sincera que había visto nunca. Su rostro envejecido y sus facciones marchitadas, brillaban como aquellos diamantes que lucía en el cuello.
“Y yo la tuve. Sí, la tuve. Fue fugaz, pero de una intensidad que sólo la brevedad sabe pintar. Una noche en la que gané una ilusión y terminó un sueño: mi anhelada historia de amor.”
Marina L.
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