
Todas las personas cambian, y yo me dí cuenta aquella noche. Tal vez los efectos del alcohol mezclados con la brisa marina de un amanecer en la playa alteraron mis ideas, mis decisiones o lo que fuera aquello que estaba haciendo; pero el caso es que fue el momento más crucial e inesperado que jamás imaginé.
Por aquella ventana de marcos viejos y persianas ruidosas y carcomidas por el padre tiempo, escaparon mucho más que los ronquidos de las dos personas con las que compartía habitación. De aquella cornisa saltaron al olvido los suspiros cargados de ingenuas proposiciones tomadas por capricho, de todas esas cosas que durante tanto tiempo había considerado importantes.
¿Nunca has sentido la necesidad de hacer las maletas y largarte sin más a ningún lugar? Pues bien, hazlo. Pero nunca huyas. Te aseguro que fue lo mejor de aquel misterioso viaje. Ese principio en el que, aunque ebria, decidí mi final.
Marina L.
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