
No estaba bien. Lo había intentado ocultar bajo esa sonrisa que vestía orgullosa día a día, pero no estaba bien. Es curioso, sin embargo, me lo había creído hasta yo. Me engañé de tal forma que llegué a sorprenderme a mi misma cuando aquella lágrima que me quemó la mejilla, desencadenó mi destemplado llanto.
Sola y llorando lo comprendí, no estaba bien. Había creído olvidar, no echarle de menos, no necesitar su presencia ni sus silencios. En realidad, creí no necesitarle.
Pero sabía que jamás volvería a arrastrarme, estaba cansada, harta de hacer esfuerzos en vano. Había perdido cualquier ilusión que él me pudiera haber creado, sin embargo necesitaba sentir su olor acariciando mis noches, necesitaba su calor aún en los días de verano, necesitaba no sentirme sola. Pero no me movería, no iría en su búsqueda desesperada, simplemente lo dejaría marchar. Porque en mi baldía cabeza seguían retumbando las palabras que, a partir de entonces, se convertirían en mi credo: Nunca busques, tan sólo déjate encontrar.
Marina L.
Dejate encontrar sabiendo lo que buscas, solo así terminan los susurros y las angustias, las miradas frias y lso silencios afortunados. Lo bueno es saber que buscar así podras empezar a encontratlo, y a que te encuentren.
ResponderEliminarbueen finaal andreaa! sii, sii..es ciertoo, tienes razoon! ;)
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