miércoles, 19 de mayo de 2010

X.


Bienvenida al mundo otra vez. Al fin he regresado, estaba segura de que esas semanas no durarían para siempre- o al menos sólo me quedaba que esa esperanza fuera cierta-. Sí, ahora puedo admitir que tuve miedo. No me enfrenté a esta libreta por falta de tiempo, sino por el miedo que sentía y que no podía identificar. Era incapaz de pensar acerca de mí, de lo que me estaba pasando, de lo que sentía. No lograba entenderme, estaba mal y no sabía, o más bien, no quería saber el por qué.
No tenía fuerzas, era como ir drogada a base de calmantes todo el día, como despertar después de una dosis de anestesia general. La Ley de Murphy era entonces mi ley de vida: si algo puede salir mal, saldrá mal. Lloraba sin más, las lágrimas fugitivas de mis ojos corrían a sus anchas por mi cara y me empapaban la almohada, cuando no, la montaña de folios con trabajos a medio hacer, que inundaba mi escritorio.
La agenda, siempre abierta encima de la mesilla, rebosaba de tachones rojos; de advertencias en amarillo chillón; de letras, números y siglas en lápiz; de frases sin sentido bordeando el papel y dibujando el orden más caótico. Y aún con esa esquinita troquelada que estaba deseando quitar. Esos trozos de papel, casi rotos por el peso de la tinta, eran los que más disfrutaban de mi mirada histérica. Eran el refugio de mi nerviosismo, la medicación que me ofrecía un resquicio de tranquilidad; aparte de mis famosas pastillas para la ansiedad. Sí, han vuelto, junto a la hiperventilación.
En realidad, no quería enfrentarme a mí misma. Temía poder topar con algo verdaderamente peor que todo aquel desastre superficial, porque en el fondo sabía que había algo en mi cabeza. Tal vez anhelos, tal vez recuerdos, quizá añoranzas de lo nunca tenido. De todas formas, me encontraba demasiado débil para averiguarlo.
Había perdido, incluso, la escasa confianza en mí, que poco a poco iba logrando. No era capaz, ni siquiera de coger un bolígrafo y escribir una sola frase. Nada valía, todo estaba mal.
Hoy aún queda algo de esa sensación, pero por fin he tenido el valor de sentarme a escribir estas banalidades de altas horas.
Perdonadme, se llama bloqueo emocional.

HB
Marina L.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

.