
Vale, lo admito. Me hace gracia. Me hace gracia ver cómo te arrastras, cómo sueltas tu melena y te crees mejor que nadie, cómo ha subido tu falso ego en un minuto, cómo aquellas lágrimas que prometiste fueron menos hipócritas que tú, en cuando a su amor.
Mira, no es por meterme en la vida ajena, pero esto me incumbe a mí también. Si eres la mejor, la insuperable, la más guapa, la más alta… ¿por qué copias? No puedes dedicarte a ser tú misma, ¿sabes por qué? Porque en realidad no sabes quién eres. No sabes que tras esa bonita fachada, llena de tu fiel amigo el maquillaje, no hay más que papeles en blanco, no hay nada más que una transparencia innata que deja entrever todas tus carencias. Cariño, el tinte no pinta tu falta de personalidad.
Te daré un consejo, deja de lado toda esa ropa de marca “Envidia” que tanto te gusta vestir, te saldrá más rentable. Estamos en crisis, recuerda.
Pero tranquila, no te creas otra vez la protagonista, hoy no sólo tengo palabras para ti. También voy a encargarme de él, ese insulso que, al contrario que tú, no se arrastra, pues es demasiado para hacer eso. Es tan perfecto, tan guapo, tan “listo” (anda, mira ¡cómo tú!), tan capaz de hacer una cola de chicas tales como tú a sus pies, tan cabrón. Pero lo que más te gusta es lo rebelde que es siempre, lo “guay” que es cuando está con sus amigos, la manera indiferente con la que te trata y todos esos estufidos que te da. Te gusta lo machote que es, pues puede beberse veinte cubatas en una noche y luego coger el coche; porque puede pasarse una tarde entera fumando mierda con sus amigos y luego decirte cuánto te quiere. Qué triste que el olor a porro te recuerde a él.
Pero lo sabes. Sabes que te encanta y sabes que puede cambiar esos “pequeños detalles” en un futuro. ¡Aún es joven! No te preocupes amiga, claro que sí, el puede enamorarse de ti. Pero, por favor, no dejes a las demás mujeres rozando el suelo. Creo que aún existe algo de eso que llaman dignidad, ¿recuerdas?
Sí, es una especie en extinción.
HB
Marina L.