
Las seis de la mañana. Hacía tan sólo una hora que me había camuflado entre el edredón. Los agudos ronquidos provenientes de la otra habitación perturbaron mi sueño, era imposible dormir. El sol comenzaba a asomarse tímidamente por las ranuras de la persiana y supuse que debía quedar nada para que sonara el despertador.
Cansada de intentar provocar el sueño, no pude evitar ponerme a pensar. Te aseguro que es de lo peor que puedo hacer, no sabes lo peligroso que puede llegar a ser estar en mi cabeza mientras el tráfico de pensamientos fluye, se atasca y se accidenta.
Aquella madrugada, con mil ronquidos como banda sonora, me sorprendí a mí misma. Su imagen estaba fija en mi cabeza, su sonrisa inmóvil y sus ojos clavados en mi sien. No entendía nada. Solamente lo había visto unos minutos y sin embargo, no podía apartar aquel rostro de mi pensamiento. Era todo tan extraño. Lo recordaba como a quien conoces de toda la vida, a la perfección. La sensación de confianza había crecido de forma natural sin esperarlo, y ya notaba la ilusión en la punta de los dedos de los pies, corriendo hacia arriba a una velocidad de escándalo.
¿Quién era? Un chico andaluz. Unos ojos azul océano, con un brillo único que llamó mi atención y me hipnotizó de tal forma que no podía dejar de encontrarme con ellos. Una sonrisa bonita, sincera, tímida, que creaba ese clima de confidencialidad. A parte de eso, no…no sabía quién era.
Estaba totalmente loca. Me había obsesionado con alguien que sólo había visto a través de la ventana. Es cierto que hablé con él unos segundos, o tal vez unos minutos, y eso fue lo que abrió la puerta a mi imaginación. No, yo no creía en el amor a primera vista. Únicamente era atracción seguida de obsesión.
Me preguntaba si habría actuado bien poniéndole trabas en su acercamiento a mí. Quizá había sido demasiado borde. Quizá si hubiera llegado a serlo menos, ni se hubiera esforzado en hablarme. Quién sabe. Otra vez el famoso pulso cabeza vs corazón volvía a las andadas, aunque bueno, últimamente siempre estaba presente.
Pensé buscarlo, quedarme horas en la ventana por si volvía a pasar. Gracias a dios, el pipi pi del despertador hizo sonar en mi cabeza un resquicio de cordura. En todo caso, lo mejor sería olvidar.
HB
Marina L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario