domingo, 7 de marzo de 2010

I.


Un poco bebida y atiborrada a tabaco, pero aún así con el último cigarrillo del paquete consumiéndose al ritmo de caladas prolongadas, descubrí que por una vez en la vida había comenzado a ser yo. No es que fuera ebria, de lo contrario habría sido imposible llegar hasta la cama con la cantidad de ideas pesadas que rondaban mi cabeza aquella noche, sino que simplemente me había cansado de tonterías, de caretas, apariencias, inhibiciones y todo eso que ahora está tan de moda. Hablo del mundo diva y del “qué dirán”. Ya tenemos suficiente con vivir, como para preocuparnos de las sandeces que se les pasen a los demás por la cabeza, ¿no crees?
Sentía el humo dirección pulmones, limpio y seco. Dolía. En realidad, ni si quiera me gustaba notar cómo el alquitrán quemaba mi garganta, provocándome esa tos de inexperto fumador, ni cómo la nicotina bailaba por ahí a sus anchas. No me gustaba, pero me relajaba y era justo lo que necesitaba. La ansiedad se había apoderado de mi respiración ya unas semanas atrás y seguía sin devolvérmela. Era torpe respirando, como si acabara de nacer. Lo sé, es un tanto paradójico: fumar para poder respirar mejor. Pero de eso va la vida, ¿no? Pura paradoja.
Sí, soy un bicho raro y aquella noche supe que me encantaba serlo, porque ni más ni menos así era toda yo, un bicho raro. Tanto tiempo creyendo ser lo que no era, que había olvidado mi forma de pensar, la manera de hablarme a mí misma cuando únicamente se oían mis suspiros; en definitiva, olvidé mi verdadera forma de ser. Esa que cuando estáis a solas, tú y ella, no puedes controlar. Y así, sin comerlo ni beberlo, salió a flote. Tal vez mis dieciocho años empezaron a surgir efecto, pero me sentía extrañamente bien. Todo aquello que rondaba mi cabeza, salía por mi boca con la naturalidad de la que siempre había estado celosa.
Tenía sueño, pero no dormía. Algo en mi interior estaba haciendo de las suyas, jugando con sustancias prohibidas que alteraban mi existencia. Sin embargo, comenzaba a ser adicta a esa sensación. Quizá me costara respirar, dormir o mantener mi mandíbula relajada, pero así me sentía más viva que nunca.
Estaba sola, aunque no podía pedir más. Tan sólo otro cigarrillo y, ¿por qué no?, otra copa.

HB
Marina L.

4 comentarios:

  1. no te enganches al tabacoooooooooooooooooooooooo

    noooooooooooooooo...escritora no lo hagaaaaaaas...

    aunque puede ser muy inspirador =)

    ResponderEliminar
  2. noo tranqiloo, creo q nunca me engancharee al tabacoo! jajaja ;)

    ResponderEliminar
  3. mas te valee... te estrangulariaa y ya no serias mi diva!

    ResponderEliminar

 

.