
No es un catorce de febrero, ni si quiera el tan sonado 17. Es un día normal, con una noche cualquiera y una luna común. El tiempo es normal, ni frío ni calor; las conversaciones son normales, sobre meteorología con tus vecinos en el ascensor, sobre lo mal que va el mundo con los demás...
Lo que pasa en la calle es normal, atascos en hora punta, borrachos a las mil. Mi ropa es normal, mi cara la de siempre...Pero hay algo que rompre la norma de la normalidad en este preciso momento.
Estoy sentada en mi cama, son las cuatro de la madrugada y unas ganas repentinas de escribirte me han impulsado a encender la luz. ¿Por qué? Es algo que nunca deberíamos preguntar.
Y hoy, un día normal, me he levantado para decirte algo no tan normal. Y es que quiero decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que te echo de menos cuando estás lejos. Te digo que añoro tus cabreos entre risas, la forma en la que me hablas al oído para decirme la palabra mágica o cuando tus dedos juegan a las caricias sobre mi brazo.
¿Recuerdas? Entre el barullo de cientos y miles de personas revoloteando entre unas calles en fiestas. El mundo giraba a un ritmo acelerado a nuestro alrededor y nosotros parados y nunca separados. Abrazados en medio del caos tus ojos eran más sinceros que nunca. Los míos brillaban hasta que los destellos se convirtieron en lágrimas.
- Eres demasiado perfecta para mí-
Lo siento, pero nunca te creí.
Marina L.