
Y después empiezas a hacerte esas mil preguntas. ¿Había estado siempre ahí? ¿Era todo mentira? ¿Qué fue de sus palabras? ¿Realmente eras tú ahora o fue ella siempre?
En mi caso, creo que la presencia de X en aquel determinado momento fue un gran alivio a la larga. Llegó justo para hacerme sentir nada, pero para darme cuenta meses después de que era mucho más que todo lo que creía ser. El tiempo en que X aún no estaba en el mapa, me había hecho creer en eso que llaman amor, después de darlo por perdido hacía años. Había vuelto a sentir el recorrido de los escalofríos que iban desde el borde de mi oreja hasta el lunar de mi talón, cuando él se acercaba lentamente para rozarme con palabras envueltas en su aliento. Durante más de un mes, aquella maldita sonrisa estúpida que embellece rostros como ningún otro maquillaje, jugaba en mi cara, saliendo a flote y sin más, mientras caminaba con una imaginaria banda sonora a mis espaldas. Vivía en constante frenesí de película romántica, con las temidas y famosas mariposas en el estómago, y esa angustia flotante por el miedo a perderlo.
A escasos centímetros de sus labios, rozando el helor de la punta de su nariz y frente con frente, nos encontrábamos en el famoso coche que había vuelto mis días en retos de búsqueda desesperada para verlo aunque fuera un segundo a toda velocidad, o simplemente para saber que estaba en casa, a unos metros de mí. El vaho de los cristales nos envolvía en la oscuridad de la noche, y el ruido de la lluvia que lloraba el cielo negro con toques anaranjados, acompañaba el compás de nuestra respiración agitada. A aquella distancia de su boca, a un parpadeo de besarnos, y tras esa llamada desesperada minutos atrás, me di cuenta de lo miserable que podía llegar a ser aquel traidor.
La tensión de un beso suspendida en el aire, duró más de lo previsto. No estaba dispuesta a dejar que aquel mendigo de sexo gratuito, descifrara el secreto de mis labios. No estaba escrita en ningún lugar visible de su rostro la palabra piedad. Por tanto, el juego acababa de empezar.
El León Azul
Marina L.